domingo, 5 de septiembre de 2010

Portal a lo desconocido; Capítulo 2

Wiii~~ aquí con la continuación de la historia que escribí !! si no sabes cual es, puedes buscarla en el índice de nuestros trabajos (en la derecha) o en nuestra cuenta en fanfic.es (tambien a la derecha :D)... si quieres mi opinión, ahi está mas ordenado n.n
Ahora es un capítulo más corto.. pero bueh.. era necesario el corte ahí :3
Sin más, la historia!
(Como siempre, esta historia es mia.. no me plageen D:)

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Al mes siguiente nos llegó otra carta del mismo destinatario, ese tal “Rodrigo Miranda”, pero era mucho más larga que la anterior. Al leerla me di cuenta de que la mayoría de las palabras eran disculpas y condolencias, con un listado con la forma en que nos iban a indemnizar. Me salté la mayoría de la carta, pero sólo un par de oraciones me llamaron la atención. Resumiendo, la información importante era la siguiente:
“Hemos buscado arduamente durante un mes entero, pero nadie ha dado con ella. Al haber pasado tanto tiempo, las autoridades han dado por muerta a su madre. Ya no la buscaremos más.”
Volvimos a repetir nuestra conducta que nos produjo la carta anterior, tal vez en mayor medida. Lloramos un día entero; nuestros ojos estaban demasiado rojos, demasiado hinchados; nuestras voces se acabaron de todo lo que gritamos. Era demasiado doloroso: ya no había ninguna esperanza de volver a verla.


El tiempo siguió su curso. El sol aparecía por el este y se escondía por el oeste todos los días. Las plantas crecían y los animales correteaban a las afueras del departamento... Y nuestros estómagos comenzaron a pedirnos alimento. No habíamos comido mucho desde la primera carta del jefe de nuestra madre, pero luego de tanto tiempo nuestros cuerpos comenzaban a fatigarse. Decidimos volver a comer regularmente, aún si no teníamos ganas de comer.
Nuestro padre vino a vernos dos meses después de que nos llamó por última vez. Entró a la casa y la observó detenidamente. Se notaba a kilómetros la tristeza en sus ojos, casi pude ver una lágrima correr por su cara. Dijo algunas frases y se fue de nuevo. No nos dijo a dónde ni cuándo volvería de nuevo.


Como todo dentro de la casa nos recordaba a nuestros ausentes padres, mi hermano y yo tomamos la costumbre de explorar las montañas que rodeaban el edificio. Eran bastantes, lo suficiente para utilizar nuestro tiempo en algo poco monótono. Escalábamos riscos, bajábamos quebradas, observábamos la vegetación y los animales que aparecían, pero lo que más disfrutábamos en este ambiente rural era la cueva que habíamos descubierto.
No era extremadamente grande, pero tenía una forma muy peculiar. Era una cueva cúbica, con bordes y esquinas, excepto en la parte de la entrada, que tenía la típica forma circular de las entradas de las cuevas (al parecer para camuflarla). Estaba construida detalladamente, con ángulos perfectos (los comprobamos), por lo que llegamos a la conclusión de que alguien había llegado aquí antes que nosotros y había construido esta especie de cuarto para algún propósito que desconocíamos. Pero esto no era lo más extraño. Todas las paredes estaban esculpidas en la montaña, todas excepto una. La pared del final era de un material muy extraño; completamente negro y liso, pero áspero al tacto.
A pesar de todo, esa cueva se volvió nuestro lugar favorito. Cada mañana cocinábamos nuestra comida para el día y, junto con nuestros juguetes, linternas, colaciones varias, polerones, etcéteras, la guardábamos en un bolso grande. Entre los dos lo llevábamos escaleras abajo, cruzábamos la puerta del departamento y caminábamos hacia lo que comenzamos a llamar “nuestra base secreta”. Ahí nos quedábamos todo el día, jugando, conversando y, de vez en cuando, investigando y tomando muestras de la extraña pared negra.
Hicimos esta rutina durante dos años seguidos, sin ninguna interrupción. Ni siquiera nuestro padre nos detuvo. Al ver que seguíamos vivos y sin problemas aparentes, se fue el mismo día que llegó y no volvió de nuevo. Cada seis meses nos llamaba, pero nada más.
Ante la “desaparición definitiva” de nuestro progenitor no hicimos tanto escándalo como con nuestra madre. Ya estábamos acostumbrados a su ausencia.

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